EL VIEJO ZORRO
Les voy a echar un cuento un poco raro, que ustedes verán a ver si me creen o no, ya eso es problema de cada quién
Hace unos meses estuve en Plato resolviendo un asunto que me llevó casi todo el día, por lo que se me hizo tarde, y tarde no hay bus que pase para regresarse a Santa Marta, así que me tocó coger un carrito de esos que se ponen en la entrada que van hasta Bosconia.
Me abordó un señor bajito, de cara achatada, con un bigote algo risible, no sé si por su forma o por el pedazo de bollo que tenía embarrutao en una de sus puntas.
–¿Bosconia? Súbete, 20mil pesos.
Me subí, me compré unas mandarinas para el camino, me coloqué los audífonos, puse mi "play list" de viaje y me achanté en el asiento de atrás a mi acomodo, pues iba solo.
Me embelesé con el atardecer, que parecía como si se hubiera regado en el cielo un jugo de mango de azúcar y que la postre un hilo de esencia de cola hubiese puesto el toque final a aquel majestuoso cielo plateño.
Llegando al pueblito próximo, un viejito, de esos viejitos bien antíguos, de pantalón blanco, sombrero encintao y guayabera hizo que el carro se detuviera, iba hasta Bosconia también, así que el chófer lo dejó montarse.
El viejito a penas se subió, me reparó, así como cuando uno repara a quién se le parece, pero parece que no es, pero sí es, bueno así. Cómo diez minutos y el viejo me miraba como con cara de decirme algo.
Y yo, entretenido en la música contando los trupillos, hasta que el viejito me jala de la camiseta. –Oiga, ¿Usted no es familia de los Saavedra?
–¿Saavedra? No señor, no conozco al primer Saavedra.
–Hombre, ¿Usted no es de Orihueca?
–Pues ahí sí me suena, pero cómo le dije no conozco ningún Saavedra.
–Hombre qué sí, usted nieto del viejo Mauricio. Yo conocí a tu papá cuando era pelao.
–Me está confundiendo señor, mi abuelo no se llama Mauricio.
–Cuando yo era pelao vivía allá en Orihueca, trabaja con tu abuelo, pillo como él solo, le decían "El Zorro".
Yo ya no sabía si cortarle el cuento o qué, pero le vi como ánimos de echarme una historia, así que lo dejé hablar.
–Hombre, que vaina jodida, ¿Cómo es la vida ah? –continuó el viejito. –¿Tu abuelo no te contó cómo le pasó lo que le pasó?
–No, nunca habla de eso. –respondí yo metiéndome en la película. –entonces comenzó la historia.
"El viejo Mauricio cuando pelao tenía la mala costumbre de que siempre que se pegaba sus borracheras, se le daba por meterse a los patios ajenos en la madrugada a morbosea a las pelaitas que se bañaban a esa hora para ir al colegio, tú sabes que antes los baños los hacían en el patio, y no era mucha vaina como ahora, que tienen hasta para enganchar las pantaletas, uno en ese entonces echaba el calzoncillo en la cerca donde estaba la tinaja de la que uno sacaba el agua para bañarse, y se bañaba uno encuero en el patio, sabroso, con esa agua helada, agua trasnocha'. Bueno el caso es que más de una vez se lo pillaron en esas, escondido detrás de las matas viendo a alguna muchacha que se bañaba.
En el pueblo había un señor, bravo, le decían el mata puerca, porque dizque una vez una puerca paría lo mordió y el viejo de la rabia le empujó una pata' tan duro, que la pobre nimal quedó muertecita, que ni se la comió, sino que la mandó a regala' de la rabia que cogió.
El viejo tenía una hija, Irene se llamaba, una pelaita bonitica, de pelos rojos, blanquita, podía tener como 15 años cuando eso, vea ese hombre no quería fiesta con esa muchachita, y el Zorro, tu abuelo, tenía rega'o por el pueblo que un día de estos se le metía en el patio y le veía los pelos de las nalguitas a ver si también las tenía rojo.
Dicho y hecho, un día de estos saliendo del cumpleaños de una tía, se fue peao para su casa, y de camino vió que la cerca del "mata puerca" estaba abierta, así que se metió, buscó donde estaba el baño y se acomodó entre las matas a esperar que amaneciera, dice él que se quedó dormido, que lo despertó fue el sonido del chorro de agua cayendo, entonces la vió, encuerecita, quedó embobao, tanto que no se dió cuenta que a dos metros estaba el papá de la muchacha acostado en un chinchorro.
Y él que echa un paso para adelante para ver más clarito y que siente ese machetazo fresquiandole el tobillo. El primero no le hizo nada, ni el segundo, ni el tercero, cuando el Zorro se vió pillao, se embaló a correr, y atrás el viejo con el machete, el mata puerca que vió que no se lo alcanzaba le lanzó la rula, dice El Zorro que se le descuajó la pierna del mamonazo, ni sabe cómo llegó a la casa.
Duró semanas encerrao, nadie lo vió por un buen rato, al mes lo ven es saliendo con su famosa pata de palo, ni más se le dio por meterse a un patio"
Concluyó la historia el viejo, se acomodó y se sentó con la mirada fija al frente, como ido, no dijo más nada en todo el viaje. A los veinte minutos llegamos a Bosconia, yo estaba pendiente de ver si había algún bus parqueado ahí en el cruce, así que pagué y me bajé corriendo.
Cuando estaba a punto de cruzar la carretera, el chófer me llama, que había dejado una bolsa en el carro, miré –El queso. Casi cometo un delito botando ese queso, yo que me devuelvo por mi queso y veo que el viejito se baja del carro, primero se asoma su pata de palo debajo de su fino pantalón blanco y luego la buena, la que puede afirmar con más confianza, alguien le extiende la mano desde atrás mío y le ayuda a salir del todo. –Oiga Zorro, siento mucho lo de doña Irene, mi más sentido pésame. –le dice y se lo lleva apoyado en su hombro.
Realmente un cuento muy cautivador.
ResponderEliminarEse viejo zorro quería reflejar lo que hizo en tu supuesto abuelo jajajajajaajajajajajajajajajaajaj
ResponderEliminar👏🏽👏🏽👏🏽
ResponderEliminarEspectacular
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