EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CAYEYE 2
El aguacero.
Quedamos en vernos por la tardecita, cuando bajara el sol y
se calmaran los calores. Es que ese sol
por esos días estaba bien prendido, desde las ocho de la mañana estaba
azotandolo a uno con esos calores que uno medio se asomaba ya estaba ensopao
de sudor.
Decía mi abuela –Ese sol es lluvia. Y yo a mis adentros
pensaba, ojalá pegara así sea un sereno; porque se merecía uno un mojaito. Es que
llevaba meses sin caer agua del cielo; ya el monte estaba seco, la tierra
cuartea´ y los animales se estaban poniendo flacos y cogiendo pestes, más de un
pollo se nos murió sofocao.
¡Pero no hay que calor que me detenga para ir a verla! Decía
yo mientras me echaba fresco con un cuaderno en un mecedor en el patio.
Estaban esos palos quietos, los manguitos pasmaos y las
hojas tristes y estropeadas por la temperatura. Ya eran las cuatro de la tarde
y el sol ahí en la raya, no bajaba la guardia el señor, y yo mirando el reloj
cada cinco minutos a ver cuándo se iban a hacer las cinco.
–Aja ¿Cuál es tu afán? Que te la pasas de la sala pa acá y
de aquí pa la sala, viendo el reloj, ¿Pa´ dónde vas? –me preguntaba mi abuela
que estaba poniendo a escurri´ una yuca cocía que había sacado del caldero que
tenía ella pal fogón de leña.
–Pa´ donde la señora Mirta la hermana de mi padrino, que me invitaron
a jugo por allá. –le contesté.
–Vea usted, tanto níspero regao en el patio y tú a ir a
buscar jugo en la casa ajena, eso mínimo vas a ver a la pelaita esa, la hija de
Mirta, la pecosa. –dijo mi abuela así con su gracia y se echó a reír. –Coge más
bien y me ayudas a moler la yuca, así se te pasa el tiempo rapidito.
Yo que me levanto de la mecedora y que pega ese trueno, se
me erizaron hasta las uñas, pegó duro, como si hubiese caído en la terraza.
–Yo dije que ese sol era agua. –dijo mi abuela. –busca pa´
que guardes los patos, que el primer aguacero es malo y esos rayos matan a más
de uno hoy.
Ella que dice eso, y que se suelta el agua, pero no como que
empieza suavecito y va a atezando como acostumbra la lluvia, no, soltó con todo
de una, así como para que uno se quejara más, con relámpagos y la cosa, y yo buscando
los puercos y los patos. ¿Pero a dónde? Esos animales ni asomo daban por ahí, “ellos
saben más que uno”, fue una frase que siempre escuché a mi abuela, y si es
verdad que saben más que uno, Joselito era el que no se iba a seguir
emparamando buscando a esos benditos animales, así me regresé para dentro de la
casa. Y preciso, ahí estaban los
condenados en la cocina, perros, puercos, patos y pollos, quietecitos,
calladitos, uno al lado de otro medio dormitando, si los hubiese querido juntar
ahí, me hubiese vuelto loco, pero ahí estaban.
Lo que me preocupaba ahora era que seguro mi abuela no me iba
a dejar ir a donde la señora Mirta por mi jugo, porque a la naturaleza hay que
respetarla y ninguna necesidad tenía yo de ir a buscar una mala hora en la
calle, parecía que la estuviera escuchando. Así que no le dije nada y me senté
en la puerta de la terraza a mira´ para la calle, a ver los arroyos que se
formaban en frente, ¿Porque que más podía hacer uno?
¿Y si me escapo corriendo y me regreso más tarde? Me preguntaba
a mí mismo mientras armaba avioncitos de papel que tiraba para que se los
llevara el agua, “capaz me meten mi limpia”
me decía a mis adentros, y capaz no, era seguro que me iban a meter mi
limpia, pero tenía muchas ganas de verla, hace años que no hablaba con ella.
Así que me rodé un poquito para la puerta con la mecedora,
mi abuela me miraba de reojo, con medio ojo en la masa de yuca y los otros uno
y medio para la puerta, nada más esperando para decirme algo.
–Mira José Luis, como se te ocurra… –dijo, pero cuando quiso
terminar de decir algo ya yo me había embalado a correr, y fue la limpia más
boba que me gané en mi vida, porque yo que pongo el pie en la calle y que la
veo a ella donde viene, a ella con sus pecas mojadas chapoteando agua, con una
bolsita de jugo en las manos y otra bolsita llena mandarinas. Entró a la casa
así emparamada, mi abuela no me dijo nada por respeto a la hija ajena, pero con
su mirada me bastó, la limpia estaba jurada. Y lo valía.
El aguacero se fue hasta la noche y yo contaba las gotas de
agua que caían en el techo, con la esperanza de que no dejaran de caer, que el
tinto nos durara toda la tarde, que el jugo no se acabara, pa´ que ella se quedara
otro ratico.
Recuerdo que no volvió a llover igual, después de ese día
los aguaceros se hicieron flojos, si acaso se forma un hilo de agua en la calle,
si acaso los pelaitos salían a jugar en los charcos, si acaso un día aparecía
ella con un jugo de níspero y unos mangos verdes pa´ comer con sal. Si acaso me
cogía la lluvia en medio del cultivo de guineo, por aquellos días cuando mi abuelo aún tenía tierras, caminaba
despacio entre el monte, dejando que las hojas de las matas me acariciaran la
cara mientras me acordaba de ella y me preguntaba si algún día la volvería a
ver.
Crack
ResponderEliminarDemasiado bello. Me iba imaginando yo cada escena en la cabeza. Amé leer esta bella historia ♥
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEsta historia continúa. Toca esperar que salga la parte 3 pa' seguir leyendo esto tan bueno como un jugo e' corozo.
ResponderEliminarVaina sabrosa carajo.... somos costeños y más na'. Eso sólo se vive en la costa, tierra bella, de gente bacana y la comida nojoda eso es el cielo😲💕😍
ResponderEliminarMe encantó 😍
ResponderEliminarIncreíble. Me hiciste hacer regresión cuando era pequeña y mi abuelo estaba vivo y mi abuela aún tenía fuerzas para pegarle a uno una buena limpia.
ResponderEliminarCuando lees esto instantáneamente te teletransportas a esos tiempos en que éramos felices viviendo en el campo, en la finca, en el pueblo. Amo cuando montas este tipo de historias en tu blogs, de veras que es hermoso y de admirar cuan bello te expresas por medio de estas líneas.
ResponderEliminarSuper, me encantó �� estuve con ellos en ese aguacero, me gusta como encanta a uno, que le hace creer que estamos allí adentro.
ResponderEliminarNo sabes como trataba de aguantar la risa con la abuela, me despiertas la parte dulce de la nostalgia primo.
ResponderEliminarMuy bonito. Ya me imaginaba yo en cada escena hasta se me hizo el nudo en la garganta de recordás esos tiempos de pueblo, cuando me iba a pasar vacaciones en casa de la abuela.
ResponderEliminarQue Cuanto bacano. Cada detalle me lo imaginaba en el pueblo, allá entre Sevilla y Guacamayal, para ser más exactos. En el 16 de julio.
ResponderEliminarJoda! Me saboreo cada línea, cada letra! Ansiosa por lo que sigue... Un abrazo desde Cartagena.
ResponderEliminarY esto confirma más que eres uno de mis escritores favoritos, un abrazo caluroso desde Cartagena.
ResponderEliminarWowwww que bello... Me encantó. Me demore en leerlo porque debía tomarme mi tiempo y deleitarme leyendo. Y así fue. Genial muy bonito. Felicitaciones
ResponderEliminareres un bárbaro escribiendo.
ResponderEliminarAy lo amé ����
ResponderEliminarNo te demores tanto en subir tus escritos porfaaa!! ��������
Que buena historia!! Quiero regresar a un aguacero de esos!!! Con níspero y mango biche!!!
ResponderEliminarSencillamente encantador. Me enamoro leyendo esto!!
ResponderEliminarGenial
ResponderEliminarCuánta enseñanza impartían nuestros viejos y que pesar que muchas de ellas ya se hacen perdidas.
ResponderEliminarLeerte a sido una de las cosas más bellas que has hecho en mi vida. Gracias primo e' costa.
La gente , la gente , la gente de pueblo wejei...
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No puede ser buscando un cuento para mí niño, me encontró estos. Los cuales un día me los leyó un costeñito como yo le decía A mi Marín, con ese acento costeño se podía sentir más real he imaginar la escena. Excelente
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